Opinión | A la intemperie

Perera, veinte años de alternativa

Veinte años en figura del toreo, pujando y sobrepujando

Perera en la salida a hombros en Las Ventas.

Perera en la salida a hombros en Las Ventas. / LCB

En Santoña, a quien se lo gana, le regalan, al final de la corrida, un bonito. Uno entero, enorme, recién pescado. El torero pasa por el trance de pasearlo junto a las orejas. Pocas plazas de toros tan lindas como la de Santoña. Desde las últimas filas de tendido lo mismo se atiende a la lidia que a la entrada de barcos en puerto... Con el paso de los años comenzó a intrigarme qué hacían los toreros con el túnido. Años después, un mozo de espadas me contó que no era tan fatigoso viajar con él; la gente de las peñas se encargaba de empaquetarlo convenientemente. Ni siquiera olía (que es lo que a mí se me antojaba insufrible). Las que sí acabaron oliendo fueron las tres tortas de la serena que un becerrista llamado Miguel Ángel Perera se llevó de Francia. Me lo contó Balta Manzano que viajó con él. Según Balta aquello olía a demonios… Lo de Balta tiene tela. Tiene tela desde el mismo día que se fue de tentadero con Miguel Ángel a lo de Pepe Moro. Su primera tapia. Alumno y profesor envueltos en el mismo sueño (y en la misma fuga). Hacer novillos le llaman… A la vuelta Balta le dijo a Miguel Ángel que no lavara el vaquero no fuera a ser que llegara a figura del toreo. Hoy ese vaquero ensangrentado descansa enmarcado en una pared de la Peña Taurina El Albero de Villafranca de los Barros. Balta preside la peña y Miguel Ángel es figurón del toreo. Por el medio más un cuarto de siglo de entrega sin límites. Cuenta Balta que la primera vez que le pagaron a Miguel Ángel Perera por torear fue en Roquefort; un sobre con mil euros. En el coche iban, entre otros, Lorenzo Sayago, el que por entonces era su mozo de espadas, el inefable Santiago Román, Antonio Redondo “Reo”, que es quien llevó las tortas de marras, y el propio Balta. Acabo de hablar con Santi y casi llora cuando recuerda las chuletillas de cordero empanadas que para el viaje preparó Dami, la madre del torero. Eso y que los cubatas estaban por las nubes en Roquefort. La plaza de Roquefort, hecha en su mayor parte de madera, es una bombonera; en galanura a la par de la de Santoña, hecha, curiosamente, con los sillares de la vieja muralla. En el calendario, el trece de octubre de 2000…

Y por el camino, un rosario de estremecimientos compartidos…

Perera tomó la alternativa el 23 de junio de 2004 en Badajoz. Desde entonces, veinte años en figura del toreo. Pujando y sobrepujando. Un torero completo que no ha dejado de arrear en estos veinte años. Siete puertas grandes en Las Ventas, siete. Y este año, la del Príncipe. Verde hoja y azabache. Nada más allá…

Y por el camino, un rosario de estremecimientos compartidos… Madrid, 2008, aquel corbatín negro a modo de torniquete en su pierna izquierda en la tarde de los seis toros y las dos cornadas. Salamanca, 2015, la cornada del pasmo, a vida o muerte. Zaragoza, 2019, el rastrillo con que Miguel Ángel, minutos antes de ser corneado él también, tapaba la sangre que en la arena había dejado Mariano de la Viña. Todo por la dicha de ser torero…

No he tenido especial trato con Miguel Ángel Perera, pero en una ocasión nuestros caminos se cruzaron y me demostró que era un hombre cabal, tan ejemplar fuera como dentro de la plaza. De eso no me cabe duda alguna.

Mañana, 23 de junio de 2024, Miguel Ángel Perera vuelve a Pardaleras, esta vez con toros de Núñez del Cuvillo y junto a Juan Ortega y Roca Rey. Un cartel de campanillas para un aniversario de gloria.

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