Cotidianidades

Cuando falla el ordenador también fallas tú

Es tal la dependencia que tenemos del ordenador, que si no va nos encontramos desnudos, indefensos. Que un instrumento tan superior deje de funcionar por una nimiedad, es como si Dios se da de baja unos días por gripe

Cuando el ordenador da fallo o se estropea empiezan los males de cualquier escritor o columnista.

Cuando el ordenador da fallo o se estropea empiezan los males de cualquier escritor o columnista. / LCB

Diego Algaba Mansilla

Diego Algaba Mansilla

La semana pasada se me estropeó el ordenador y no pude acudir a mi cita con este periódico, osea, con ustedes. Me sentó mal, no solo por no estar aquí, algunas veces pienso que puedo resultar ‘pesao’ al entrar una vez por semana en sus casas, no siempre se tienen ganas de recordar cosas de Badajoz, o descubrir las hazañas diarias de gente corriente que son los verdaderos héroes de pueblos, ciudades y países, mucho más que futbolistas por muy bien que lo estén haciendo en la Eurocopa. Me gusta escribir de personas que sobreviven a políticas cuestionables o dirigidas para favorecer a unos territorios más que a otros, siempre con el pretexto de ayudar a las clases más humildes, esa gente que trabaja mucho y gana poco, aquellos que aunque tengan trabajo deben recurrir a servicios como Cáritas para malvivir las últimas semanas del mes. Bueno, lo dejo aquí porque en mis cotidianidades me he propuesto no escribir de política aunque algunas veces tenga que hacer un esfuerzo para que no se me escape la mano a las teclas prohibidas. 

Sigo por donde iba. Me siento mal por fallar la semana pasada al compromiso que tengo con el periódico y su director, sobre todo me sienta mal la dependencia que tenemos del ordenador, un aparato que parece que no va a fallar nunca, algo extraterrestre al que si le haces una pregunta enseguida te muestra varias respuestas y toda la información sobre cualquier tema. Este portátil es mágico y la magia se rige por reglas no humanas, si falla parece que tiene la capacidad de arreglarse él solo. Que se estropee un ordenador igual que un frigorífico o una lavadora es algo poco creíble, una vulgaridad. El ordenador está por encima de esos otros aparatos, es un Dios. Cuando se estropea por algo insignificante, después del impulso inicial de querer estamparlo contra la pared, entran ganas de ponerse a estudiar informática, es tal la dependencia que tenemos que si no va, nos encontramos desnudos, indefensos. Que un instrumento tan superior deje de funcionar por una nimiedad, es como si Dios se da de baja unos días por gripe.

La informática nos da toda la información que le solicitamos, ha sustituido a las enciclopedias, esas colecciones que había en los muebles de los salones de tomos gordos ordenados alfabéticamente. Las enciclopedias se editaron por primera vez en el siglo XVlll publicadas por Diderot y D’Alembert, fueron una revolución en su momento. Recuerdo un concurso que emitía la televisión los domingos por la tarde presentado por la voz profunda de Constantino Romero ‘El tiempo es oro’ que consistía en resolver preguntas de cultura general en el menor tiempo posible consultando enciclopedias, preguntas que hoy averiguamos en segundos escribiendo los datos en Google.

Al segundo día de tener el portátil estropeado intente escribir a mano. Hace años escribía con lápiz, también con bolígrafo bic, me gustaba ver como el lápiz iba disminuyendo de tamaño con cada afilado, o como el bolígrafo iba decreciendo su tinta mientras aumentaba el volumen del texto. A los pocos días de estar sin ordenador cogí una libreta y un lápiz y me di cuenta de que ya no sé escribir a mano. Para escribir a mano tienes que tener pensado previamente todo lo que quieres decir, la idea que quieres transmitir, tener en la cabeza el orden en el que vas a contar las cosas. Sin embargo, en el portátil, van surgiendo ideas sueltas que se escriben sin orden, como un torbellino, todas juntas, sin sentido, ni belleza. Luego el proceso de creación de la columna consiste en ordenar esas ideas, colocarlas para que se entienda y sea fácil de leer, ordenar el torrente de pensamientos que han surgido todas a la vez añadiendo un toque de belleza, poner un poco de poesía en el texto. 

Cortar y pegar

En el ordenador es fácil cortar, pegar, poner una cosa antes y otra después, añadir sustantivos, quitar adjetivos, crear metáforas. Se le da forma a un texto, como un alfarero se la da a un trozo de barro. Escribir a mano o en portátil son técnicas distintas. Lo escrito a mano sale ordenada de la cabeza al papel. En el ordenador salen todas las ideas juntas y luego se ordenan. 

Después de una semana sin teclear, tenía mono de letras, de palabras, fue una semana en la que personas conocidas y otras desconocidas, me hicieron llegar cosas que les habían ocurrido pensando que con ello podría hacer un artículo, les agradezco su confianza porque lo más difícil a la hora de escribir una columna es elegir un tema. Ángel me escribió sobre el retraso en el tren en la estación de Torrijos por avería de la máquina. Me contó que a las tres horas y cuarto mandaron un tren de rescate desde Madrid llegando a Badajoz a las 00,20 cuando tenía previsto llegar a las 21 horas. A mí también me pasó algo parecido, con menos retraso pero con la particularidad de que cuando llegué no había taxis. 

Una enfermera en el Centro de Salud de Zona Centro me habló de las malas condiciones en las que se encuentra el edificio, me dijo que ahora han cerrado el aparcamiento por riesgo de derrumbe. Es cierto que venimos oyendo lo del deterioro de la estructura desde hace años, el Centro lo querían trasladar al edificio del Hospital de propiedad de la Diputación, todo sigue igual y el daño cada vez es mayor. Tiene usted que escribir sobre la inestabilidad de las baldosas, me recalcó un hombre que había pisado una en un día de lluvia mientras señalaba su pantalón mojado. 

El dedo

«Lee esto», me dice un compañero. Hace unos días dieron un premio nacional al Centro de Salud de Valdepasillas que ahora se llama Cerro del Viento. Hace poco cambiaron el nombre con todo el trastorno que ello conlleva. Se llame como se llame le dieron un premio nacional, es el tercer año consecutivo que se lo otorgan. Se reconoce al Centro de Salud como uno de los mejores de España. Esto suena a cosa importante, fue publicada por este periódico y por otros, salió en televisión y radio. 

Leo el comentario que me señala el compañero de una persona con cierto criterio, acostumbrado a escribir y a leer. En su comentario no menciona el reconocimiento nacional, ni la importancia del mismo, en su comentario solo menciona que el periodista se había equivocado escribiendo Centro de Salud de Valdepasillas en lugar de Cerro del Viento. Incluso a los propios trabajadores nos cuesta decir Cerro del Viento. Muchas veces nos equivocamos y otras nos equivocamos a propósito para que la gente sepa de qué estamos hablando y no se líen, igual que pocos llaman Miguel Celdrán a la Avenida Villanueva o Hospital Universitario al Infanta Cristina. 

Hay gente que busca el fallo por pequeño que sea antes que la virtud. Es aquello de cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo.